El silencio, roto solo por el zumbido bajo del equipo del laboratorio y la respiración entrecortada de Reiss, se cernió tras la declaración de Sophia. La resolución en su postura era tan inquebrantable como la piedra, una fuerza tranquila que, en ese instante, parecía más formidable que la energía abisal de Raven o el poder legendario del profesor Aldrich.
Jake, a pesar del dolor punzante en su brazo y la niebla en su mente, sintió que la protesta se agitaba en su garganta. —Sophia, ¿qué...? No puedes ir. Mira mi brazo... algo pasó cuando tomé esa cosa. Aria dijo que te destrozaría... ya sabes cómo te afectaron los prismas antes...
—Lo haré —repitió Sophia, sin apartar la mirada de Aria, como si la conversación de Jake fuera un eco distante e inofensivo. No había arrogancia en su tono, sino una determinación fría, forjada en el horror de las últimas horas. Se inclinó y recogió el prisma CEES del suelo. En sus manos, sintió la superficie fría y la extraña vibración contenida. Era diferente a los prismas o catalizadores que había usado anteriormente, aquellos que se habían sentido como succionadores implacables de su propia esencia, dejándola vacía y temblando al borde del colapso. Esta vez... esta vez era diferente. Esta vez el riesgo era consciente, calculado por la desesperación. La marca en el brazo de Jake pareció palpitar por su cuenta en la distancia, una conexión silenciosa que solo él podía sentir, ajena al prisma que Sophia sostenía.
Aria observó a Sophia, sus ojos analíticos recorriendo su figura. Vio el agotamiento, la tensión del combate reciente grabada en cada línea de su cuerpo, pero también vio algo más: un enfoque implacable, una voluntad que rivalizaba con la tenacidad necesaria para desarrollar una técnica como el Fulcro Luminar. Una voluntad que no podía ser disuadida con argumentos lógicos o advertencias sobre el potencial daño físico. Sabía que, en ese momento, la convicción de Sophia era su escudo más fuerte, y su mayor peligro.
—Es inestable, Sophia —dijo Aria, su voz más suave ahora, teñida de una gravedad urgente—. El Fulcro Luminar no está probado. Encapsularlo fue un desafío. Liberarlo... podría tener efectos impredecibles. Y tú... —su mirada se volvió aún más seria—, sabes mejor que nadie lo rápido que tu potencial astral se drena con estos prismas si no tienes un dominio absoluto. Esto es exponencialmente más potente y más peligroso que cualquier cosa que hayas intentado antes. Podrías no solo lastimarte a ti misma, sino desatar una reacción en cadena que...
—Sé el riesgo, Aria —la interrumpió Sophia de nuevo, pero esta vez con un asentimiento respetuoso—. Sé que antes... que usar los prismas me ha costado caro, dejándome casi vacía. Pero esto es diferente. Este no es un uso improvisado. Este contiene una técnica específica. Confío en tu trabajo, Aria. Si dices que esta cosa contiene la única contramedida posible a lo que sea que Raven esté usando, entonces debo intentarlo. Alguien tiene que hacerlo. Y no voy a quedarme aquí mientras... mientras otros luchan y caen.
Dirigió una rápida mirada a Reiss, cuya expresión de pánico aumentaba mientras escuchaba. Luego sus ojos se posaron en Jake, y por un instante, la dureza en su rostro se suavizó, revelando una vulnerabilidad. —Quédate aquí con Reiss. Asegúrate de que esté a salvo. Y tú... —tocó suavemente, casi con reverencia, la marca pulsante en el brazo de Jake—. Averigua qué es esto. No sé por qué apareció, pero se siente... importante. Podría ser la clave de algo que aún no entendemos.
Jake sintió un escalofrío al contacto. —¿Sophia, por favor... No vayas sola. No ahora. Raven... has visto lo que ha hecho. Lo que es ahora. Y esa marca... no sé qué significa, pero siento que no debería irme de aquí ahora.
—He visto lo que le han hecho a Raven —corrigió Sophia con amargura, su mirada volviendo a ser de acero—. Esto no es Raven. Es algo más. Y si el profesor Aldrich, con su poder milenario del Trastorno, está teniendo problemas... entonces la amenaza es mayor de lo que creíamos. Precisamente por eso no puedo dudar. La marca en tu brazo... la investigaremos. Pero ahora, lo más importante es detener la fuente de esto.
Aria dio un paso adelante. —Si insistes... hay algo que debes saber. El Fulcro Luminar no es una explosión de energía. No es un rayo. Piensa en él como... la punta de una aguja cósmica. Necesitas canalizar la energía del prisma a través de tu propio potencial astral y dirigirla hacia... hacia lo que sea que esté dentro de Raven. No apuntes al cuerpo. Apunta a la disrupción. Al Trastorno que Reiss describió, pero no el del profesor. Me refiero al suyo, al que Blackthorn le ha infligido. Es un ataque al núcleo... a la psique... a la voluntad que Blackthorn está manipulando. Si logras interrumpir esa conexión... podrías... podrías romper su control. Pero el vínculo es profundo. Será como intentar apagar una supernova con una gota de rocío.
Le tendió la mano. —El prisma reaccionará a tu intención, Sophia. Necesitarás toda tu concentración. Y... ten cuidado. El rebote podría ser... severo. Te daré las instrucciones exactas para la activación en cuanto...
Sophia asintió, aceptando la seriedad de las advertencias, pero interrumpió a Aria con un gesto suave. —No hay tiempo para más instrucciones, Aria. La teoría es tuya, la práctica debe ser mía. Confío en lo básico que me has dicho. El resto... tendré que descubrirlo sobre la marcha.
Respiró hondo, cerrando los ojos por un momento, el prisma frío en su mano. Cuando los abrió, el miedo había sido reemplazado por una calma gélida. —Entendido.
Sin más despedidas, sin permitirse un segundo más de duda, Sophia se giró y se dirigió a la puerta. Aria se movió para abrirla, su expresión una mezcla compleja de respeto a regañadientes y profunda aprensión. Reiss intentó hablar, pero solo logró un gemido ahogado de preocupación. Jake se impulsó del muro, el impulso de detenerla quemando más intensamente que la marca misteriosa en su brazo.
—¡Sophia! —llamó, su voz ronca por el agotamiento y la emoción—. ¡Ten cuidado!
Ella se detuvo en el umbral, mirando por encima del hombro. Una sonrisa pequeña y triste cruzó sus labios. —Estaré bien. Quédate aquí. Es una orden.
Y con eso, salió al pasillo oscuro. La pesada puerta metálica se cerró tras ella con una ominosa resonancia, sellándolos de nuevo en el interior del laboratorio.
Sophia caminó con paso rápido por los corredores desiertos de la academia. La destrucción se hacía visible en cuanto se alejaba del orden impuesto del laboratorio, pero el silencio era casi total. Las reverberaciones de la batalla principal se habían desplazado por completo hacia el otro lado del campus. Llegó a la plaza principal, antes bulliciosa, ahora desierta. Las losas estaban levantadas, los restos del Torneo esparcidos, pero no había rastro de combate reciente. Raven y el profesor Aldrich estaban donde Reiss había dicho, en el Coliseo, la inmensa estructura que se alzaba al fondo, visible incluso en la penumbra de la noche. La plaza, el corazón visible de la academia, estaba desocupada, un breve respiro en medio del caos.
De vuelta en el laboratorio, el eco de la puerta metálica al cerrarse aún resonaba cuando Jake se giró por completo desde el muro, la mano aún extendida hacia donde Sophia había estado. Su rostro, pálido y marcado por la tensión y el misterio ardiente en su brazo, reflejaba una mezcla cruda de preocupación, impotencia y el impulso no correspondido de seguirla.
Se quedó así por un instante, suspendido en el espacio, su grito final colgando en el aire.
Entonces, consciente de una extraña quietud, bajó lentamente la mano y miró a su alrededor.
Aria, de pie junto al panel de control, y Reiss, recostado en la camilla con los ojos abiertos y febriles, lo estaban mirando. Ambos. Sin decir nada.
No había juicio en sus rostros, ni burla. Era... solo una mirada sostenida. Reiss, a pesar de sus heridas y el trauma, logró levantar una ceja ligeramente. Aria, con su habitual inexpresividad, simplemente ladeó la cabeza muy, muy levemente.
Jake sintió cómo el rubor subía por su cuello, envolviendo su rostro. El momento dramático de despedida que acababa de tener, la intensa emoción que lo había impulsado a gritar el nombre de Sophia, ahora se sentía... expuesto. Ridículo, incluso, bajo el silencioso escrutinio de la científica estoica y el compañero herido.
La tensión de la batalla, el miedo por Sophia, el dolor en su brazo... todo se mezcló en una sensación abrumadora de pura e incómoda vergüenza. ¿Qué se suponía que debía decir? ¿"Sí, fue una despedida un poco mucho, lo sé"? Se aclaró la garganta, apartando la mirada y frotándose el brazo que no estaba marcado.
El silencio se estiró un latido más, y luego otro. El único sonido era el zumbido del laboratorio y la respiración de Reiss, que ahora parecía... ¿quizás un poco más controlada, o simplemente conteniendo una risa silenciosa?
—Bueno —dijo finalmente Aria, su voz plana, rompiendo el hielo con la delicadeza de un martillo—. Ya que la señorita Drama se ha ido a enfrentarse a un engendro cósmico con un prototipo inestable... supongo que nosotros, los que nos quedamos, deberíamos intentar no autodestruirnos. O morir de aburrimiento.
Jake la miró, parpadeando. El cambio repentino de tono era desconcertante, pero agradeció la ruptura.
Reiss, con una mueca que intentaba ser una sonrisa pero que se quedó en una mueca de dolor, añadió con voz ronca: —O de... de la vergüenza ajena...
Jake se sintió sonrojar aún más. —¿Estaban... estaban mirando todo el tiempo?
—Desde el momento en que llamaste su nombre con ese... énfasis particular —respondió Aria, inmutable—. Difícil de ignorar.
Se dio la vuelta y se dirigió hacia una de las consolas más grandes, sus dedos ya tecleando. —En fin. El melodrama postergado. Tenemos trabajo. Reiss, necesito que sigas con las inyecciones estabilizadoras y que no te muevas. Jake... —Se detuvo y se giró de nuevo, su mirada fijándose en el brazo marcado de Jake. Ya no había rastro de la ligereza extraña de antes; su expresión era de pura concentración científica—. Necesito ver ese brazo. Ahora. Tenemos un fenómeno inexplicable manifestándose en ti, justo cuando tocas un prisma diseñado para contener una técnica de reconfiguración astral. Las coincidencias no existen en física de energía.
Jake asintió, la incomodidad cediendo ante la gravedad de la situación y el tono autoritario de Aria. Sabía que tenía razón. Dejando a un lado el ridículo momento de despedida, lo que realmente importaba era la marca en su piel. Podría ser la clave de algo, o la señal de que algo andaba muy mal.
Se acercó a la camilla vacía junto a Reiss y se sentó, extendiendo su brazo derecho. La marca pulsaba bajo la piel, el calor mitigado, pero aún presente, los intrincados patrones brillando débilmente en la luz fría del laboratorio.
Aria se acercó con un pequeño escáner de mano, sus ojos fijos en la lectura que comenzaba a aparecer en la pantalla. Frunció el ceño. —Curioso... La firma de energía no coincide con nada en nuestros archivos. No es energía estelar pura, ni abisal... es... una resonancia. Como un eco atrapado.
Reiss, esforzándose por sentarse un poco, observó la marca con una mezcla de fascinación y aprensión. —Esa marca... he leído sobre cosas así. En textos muy antiguos. Sellos. Vínculos. A veces... manifestaciones de un potencial latente. O de... de una conexión impuesta.
Jake miró su brazo, luego a Aria, luego a Reiss. Un potencial latente... o una conexión impuesta. Las palabras se quedaron en el aire, pesadas. El misterio de la marca, ajeno al prisma del Fulcro Luminar, seguía siendo un enigma, pero ahora sentía que estaba intrínsecamente ligado a todo lo que estaba sucediendo. A Blackthorn, a Raven, al poder del profesor Aldrich... y a Sophia, que se había marchado sola para enfrentarlo.
—Necesito hacer pruebas —dijo Aria, su mente ya sumergida en el problema—. Escaneos, análisis de resonancia... Lo que sea que sea esto, está interactuando con tu propio potencial astral. Es un riesgo, claro. Podría desestabilizarte aún más.
—Hazlo —respondió Jake, sin dudar. La incomodidad se había ido. La urgencia había regresado, más fuerte que antes. Si esa marca significaba algo, si podía ayudar a entender al enemigo, o si podía siquiera ser un factor... tenía que saberlo. Tenía que encontrar alguna forma de ser útil, aquí, ahora que Sophia no estaba.
Aria asintió, satisfecha con su resolución. —Bien. Reiss, vigila sus signos vitales. Jake, intenta relajarte lo más posible. Esto podría ser... interesante.
Mientras Aria comenzaba los escaneos, una luz suave y constante emanando del escáner, Jake se reclinó en la camilla. Observó la marca en su brazo, el intrincado diseño que parecía danzar bajo su piel. Se sentía como un sello, pero ¿qué sellaba? ¿O qué liberaba? El laboratorio volvió a llenarse con el zumbido del equipo, un sonido tranquilizador en su familiaridad, pero que no lograba disipar la creciente sensación de que el peligro no solo estaba afuera con Sophia y el profesor Aldrich, sino que también había encontrado una forma de entrar, grabándose directamente en su propia piel. Tenían que descifrar esto. Tenían que estar listos. Por Sophia. Por la academia. Por ellos mismos.