El eco de la puerta del laboratorio al cerrarse murió en el silencio. Jake se había ido. Afuera, la noche envolvía la academia, llevando los susurros distantes del caos contenido y la promesa de un peligro aún mayor. Dentro, el zumbido constante del equipo científico se sentía ahora como el latido nervioso del lugar, un contrapunto incesante a la quietud cargada de miedo y preguntas sin respuesta. Aria Stephen permaneció de pie junto al panel de control, la mano aún sobre el dial, mirando el lugar vacío donde Jake había estado un instante antes. Reiss seguía recostado en la camilla, pálido, con el aliento superficial, pero con los ojos fijos en ella, la alarma aún fresca por la onda de energía que los había sacudido.
La urgencia de la investigación científica, la fría lógica que siempre la había guiado, seguía ahí. El escáner aún proyectaba los datos ilegibles de la marca antinatural en el brazo de Jake en una pantalla cercana. Pero la partida de Jake, su determinación desesperada, el conocimiento de que Sophia iba sola hacia el Coliseo donde el profesor Aldrich había sido... reducido a ese estado... todo se combinó con el peso de sus propios secretos.
Aria se giró lentamente para mirar a Reiss. Él la observaba con una mezcla de fragilidad por sus heridas y una intensa curiosidad académica. Él había sentido la misma energía. Había leído los textos antiguos que hablaban de sellos y vínculos. Había visto y sentido la corrupción de Raven y Zephyr. No era un estudiante ordinario. Era, en ese momento, el único con quien podía compartir la carga que llevaba.
—Hay algo más —dijo Aria, su voz baja, despojada de su habitual aspereza. Caminó lentamente hacia una silla y se sentó, no porque estuviera cansada, sino porque la historia era pesada y requería un asiento. La decisión de revelar algo tan íntimo, tan vital y tan peligroso, no fue fácil, pero la gravedad de la noche no dejaba otra opción. La marca de Jake, esa resonancia antinatural que se sentía como un eco de Zephyr, lo cambiaba todo. Necesitaba contexto. Necesitaba ayuda para entenderlo. Y Reiss, con sus textos, era la única pieza que faltaba en su propio y aterrador rompecabezas.
Reiss la miró, expectante, a pesar del dolor.
—La energía que sentimos antes... la energía de Raven, o de lo que sea que lo controle... tiene una resonancia... antinatural, como dije. Como la marca en Jake —comenzó Aria, organizando sus pensamientos con la precisión de un científico, incluso al hablar de lo incomprensible—. Es una firma que he detectado antes. O algo muy similar.
Hizo una pausa, reuniendo el coraje para cruzar el umbral de su propia vida secreta. —Cuando tenía doce años, en Solaria... fui atacada. Por una figura oscura. Era rápida. Imposible. Me hirió gravemente. Estuve... al borde.
Describió el momento con una frialdad casi clínica, pero el temblor apenas perceptible de sus manos sobre sus rodillas traicionaba el horror subyacente. Reiss escuchaba sin interrumpir, sus ojos fijos en ella.
—Fui salvada por... por guerreros. No de Solaria. Eran... diferentes. Llevaban símbolos que no reconocí en ese momento. Me llevaron a un lugar seguro. Estaba muy malherida. Necesitaba... una transfusión.
Su mirada se desvió hacia el equipo que la rodeaba, la ironía amarga no pasó desapercibida. —Me hicieron una transfusión de su sangre. Sangre Aetheriana, dijeron. Una herencia.
La palabra "Aetheriana" pareció resonar en el laboratorio. Reiss, a pesar de su estado, sus ojos se abrieron ligeramente. —Aetheria... ¿Como en los Mitos del Origen? ¿Los protectores de las Estrellas? Pero eso es... leyenda.
—No es leyenda, Reiss —dijo Aria, su voz recuperando algo de su fuerza habitual, teñida ahora de la carga de la verdad—. Es real. Su sangre... me curó. Pero también... me cambió. Me dio una conexión directa con la energía estelar. Una conexión más pura, más intensa de lo que la mayoría en Solaria puede concebir. Es por eso que puedo hacer lo que hago. Por eso pude siquiera concebir el Fulcro Luminar. Porque esa sangre... es un canal. Un vínculo con una fuente de poder antiguo.
Se permitió un momento de silencio, permitiendo que la magnitud de la revelación se asentara. La brillante y distante Aria Stephen, la científica prodigio, portaba la sangre de una leyenda.
—Me dejaron un diario —continuó, su voz ahora más firme, anclada en el propósito—. Escrito en un lenguaje que me tomó años descifrar. Contenía su historia. Sus advertencias. Su conocimiento sobre la energía estelar... y sobre aquello que la corrompe.
Y entonces, llegó a la parte que la había estado atormentando desde que Raven había desatado su furia. —Tuve un sueño, Reiss. Después del choque inicial en el torneo. Fue... horrible. Estaba en el club de ocultismo. Había un cuerpo. Un joven muerto. Y Zephyr Blackthorn apareció. Y... usó su energía oscura. La energía abisal. Y la usó en el cuerpo. Para... para absorber algo de él. Para retorcerlo. Para manipular la vida y la muerte de una forma que... que violaba todas las leyes naturales. Las sombras cobraron vida, la realidad se distorsionó. Y Zephyr habló... Dijo cosas sobre... sobre que no era el final.
Describió el sueño con detalle, la pesadilla vívida pintando imágenes sombrías en el aire del laboratorio. La inquietante descripción de Zephyr absorbiendo energía de un cadáver resonó con la forma antinatural en que Raven había despojado al profesor Aldrich de su vitalidad energética.
—Y ahora... —Aria se inclinó hacia adelante, la intensidad en sus ojos clavándose en Reiss—. Vimos esa explosión de energía antinatural del Coliseo. Sentimos su resonancia. Y tú me dijiste que Raven había sido... destrozado. Y luego... se regeneró. ¿Cómo? ¿Con qué? ¿Y si Zephyr hizo en mi sueño lo que Raven hizo en realidad? ¿Usar esa energía abisal para manipular la vida, la muerte, para regenerarse de forma antinatural a partir de... de la energía de los caídos?
Su voz bajó a un susurro cargado de temor. —La figura oscura que me atacó cuando era niña... sentí su energía en mi sueño. Y la siento ahora... como un eco en la marca de Jake. Como un suspiro de esa resonancia antinatural. Reiss... creo que la figura que me atacó estaba ligada a Zephyr. Y que la energía que él usa, la energía abisal, no es solo una fuerza destructiva. Es... una fuerza que subvierte la vida misma. Que se nutre de ella, que la retuerce. Y la marca en Jake...
Miró la pantalla del escáner, los datos aún incomprensibles brillando en la penumbra. —Su resonancia secundaria... antinatural... creo que es la firma de esa energía. O quizás... quizás la marca es una respuesta a esa energía. Una conexión que se activó cuando estuvo expuesto a una gran cantidad de energía estelar (el prisma) y energía abisal (el combate). O quizás... quizás esa energía antinatural implantó algo en él. Un vínculo. Una forma de observarlo. O controlarlo.
Reiss la escuchó, su rostro pálido, pero sus ojos brillando ahora no solo con dolor, sino con la luz de una terrible comprensión. La locura aparente de la historia de Aria encajaba, de una forma retorcida y aterradora, con los mitos y advertencias de los textos antiguos. Aetheria. Protectores de las Estrellas. Energía que lucha contra la corrupción. Sellos. Vínculos. Transferencias de poder. Sueños proféticos.
—Los textos... —la voz de Reiss era débil pero firme—. Los textos hablan de eras oscuras. De entidades que buscaban... desequilibrar el cosmos. No con fuerza bruta, sino corrompiendo los flujos. Usando la vida como combustible. Creando... abominaciones. Hablan de marcas. Marcas en aquellos que... que entraban en contacto directo con esa corrupción. Marcas que... que no eran solo señales. Eran... anclas. Canales.
Miró la pantalla con la marca de Jake. —La resonancia antinatural... si se parece a lo que sentí de Blackthorn... Y si los textos son correctos... Esa marca... no es solo un efecto secundario, Aria. Podría ser el propósito. Una forma de Zephyr de... de expandir su influencia. O de vigilar a alguien con un potencial... interesante. O quizás... de acceder a algo a través de él.
Una pesada verdad se cernió sobre ellos en el laboratorio. Sophia y Jake no solo se habían encontrado con un enemigo. Jake portaba ahora una pieza fundamental del misterio que Blackthorn representaba. Su marca no era un simple daño colateral; podría ser un vínculo directo con la oscuridad que estaba destruyendo su mundo.
Aria y Reiss se miraron, el silencio entre ellos lleno de la enormidad de lo que habían desenterrado. La sangre Aetheriana de Aria y los textos antiguos de Reiss no les daban superpoderes para la batalla física inminente, pero les daban las herramientas para entender la verdadera naturaleza del enemigo. Mientras Jake y Sophia se enfrentaban al peligro en el exterior con valentía desesperada, la lucha de Aria y Reiss sería aquí, en el corazón de la ciencia y la leyenda. Descifrando la marca. Entendiendo la resonancia antinatural. Preparando el conocimiento que quizás, solo quizás, podría dar a sus amigos una oportunidad de sobrevivir contra una oscuridad que se nutría de la vida misma y dejaba la muerte a su paso.
El laboratorio se transformó. Ya no era solo un refugio, sino su base de operaciones. Los monitores brillaban con la promesa de respuestas, la quietud de la noche se sentía como un lienzo sobre el que se pintaba una guerra mucho más antigua de lo que nadie en la academia había sospechado. La verdad, una mezcla escalofriante de trauma personal, mitos antiguos y ciencia de vanguardia, se había revelado. Y era más aterradora que cualquier pesadilla. El oro puro de su narrativa no estaría solo en la acción, sino en el doloroso proceso de desentrañar el horror incrustado en la realidad misma.