Atlas se quedó hasta que terminó su té. Aunque era temprano y todos tenían tiempo de sobra, eventualmente se despidió de la pareja.
—No tienes que acompañarme a la salida —dijo Atlas al girarse para enfrentar a la pareja junto a la puerta principal—. Gracias por invitarme, y por el delicioso desayuno.
Penny sonrió.
—De nada.
—Pasa por aquí cuando quieras —sugirió Zoren—. Sería agradable tenerte aquí más a menudo.
—Lo intentaré —respondió Atlas, aunque todos sabían que era poco probable—. Por cierto, no he visto a Hugo en toda la mañana. ¿No se supone que iba a quedarse aquí con ustedes dos?
Por un momento, Zoren y Penny intercambiaron miradas, sabiendo que Hugo aún estaba roncando en una sala después de enfrentarse a una situación de vida o muerte.
—Salió a jugar unos juegos —soltó Penny, haciendo que Atlas levantara una ceja.
—¿Jugar unos juegos?
—Mhm. Baloncesto con sus amigos.