—¿Señora? —Naylani parpadeó y se sobresaltó, su mirada centelleando hacia la ayudante que trabajaba en la cocina. La sirvienta inclinó ligeramente su cabeza, mirando a su señora de pie en la entrada.
—¿Tiene hambre, señora? —preguntó la empleada con una sonrisa sencilla, secándose las manos en su delantal mientras se acercaba. Cuando se colocó frente a Naylani, la examinó—. Aún estoy preparando la comida, pero puedo hacerle algo rápido.
—... —Naylani frunció los labios, tomando un gran sorbo mientras forzaba una sonrisa—. Estoy… estoy bien.
—¿Está segura, señora? Puedo prepararle algo.
—Naylani asintió, agarrando el arco lateral de la entrada—. Necesito un favor —dijo en voz baja, casi como si temiera que alguien pudiera escucharla—. Necesito que compre algo para mí en el mercado —en esta tienda en particular.
—¿Señora? —La ayudante frunció el ceño—. Pero la tienda está muy lejos y yo soy la única aquí hoy. No puedo dejarla a usted y al joven amo solos.