Hacer que alguien hablara era parte del entrenamiento militar que Hugo había realizado. Sin embargo, lograr que alguien hablara de manera voluntaria requeriría mucho esfuerzo… y sangre. Pero Hugo era un hombre cambiado —al menos fuera de la zona de combate, debía ser mucho más considerado… y prefería quedarse en la «caja vacía» de su cerebro.
—Como si preguntar
¡Pum!
Antes de que el hombre pudiera comenzar con su ridículo, un puño voló directamente hacia su rostro. Hugo retiró su mano y sonrió mientras la nariz del hombre comenzaba a sangrar.
—Ugh—ack— —Por un segundo, el hombre solo pudo gemir y jadear ante el dolor palpitante en su nariz. «¡La rompió!»
—Hagámoslo otra vez —repitió Hugo con una sonrisa—. Ahora, ¿qué quieres de mi amigo ahí?
El hombre, incapaz siquiera de sostenerse la nariz rota, abrió los ojos ante Hugo. Este último solo le sonreía amablemente, pero ¡ese tipo de caras eran las más crueles de todas!