—¿Podría ser su papá?
Después de que Chu Jin dejó de hablar, el silencio cayó al otro lado de la línea, con solo un tenue:
—Jefe.
La conversación terminó abruptamente ahí.
—Hola, ¿puedo preguntar, eres el padre de Pengpeng? —preguntó Chu Jin con cautela.
—Soy yo.
—Soy Chu Jin, ¿es conveniente que Pengpeng tome el teléfono?
Al escuchar la clara voz que venía del teléfono, los labios de Mo Qianjue se curvaron lentamente en una sonrisa casi imperceptible.
Esa voz había aparecido incontables veces junto a su oído.
Era ella, sin duda.
Mo Qianjue levantó ligeramente la mano, y el joven que estaba a su lado inmediatamente se inclinó respetuosamente y salió por la puerta.
—...Finalmente volviste. —Después de un buen rato, justo cuando Chu Jin pensó que la otra persona había colgado, esa frase llegó desde el teléfono.
El tono era muy familiar, como el de un viejo conocido.
Antes de que Chu Jin pudiera reaccionar, el otro lado continuó:
—Pengpeng te extraña mucho.