Valerie avanzaba resueltamente hacia la cámara del Rey. Sus ojos brillaban de ira, las manos apretadas a su lado y su cuerpo irradiaba tensión. Los eventos de la mañana permanecían en su mente, reproduciéndose con vívidos detalles cada vez que cerraba los ojos.
Nada enfurecía más a Valerie que la impotencia cuando las sombras de Aldric caían sobre ellos, cortando toda fuente de luz y sumiéndolos en la oscuridad. El terror se apoderó de él y no pudo hacer nada hasta que las voces del pánico lo despertaron. Entonces pensó en su madre y un escalofrío frío lo invadió al pensar en perder a su madre. La Reina de los Fae podría no ser afectuosa pero aún así era su madre.