El hedor a vómito era abrumador en el aliento de Islinda y su olor corporal era desagradable, pero André no se alejó de ella. Se agachó, observando su lucha por recuperar el control mientras su mundo se desmoronaba.
Una lágrima rodó por su mejilla y, sin darse cuenta, André extendió la mano y la limpió, haciendo que sus ojos se abrieran aleteando. Sus miradas se encontraron y sostuvieron, pero ninguno de los dos hizo un movimiento. Su corazón se apretó dolorosamente al ver su dolor.
—Lo siento —murmuró él, su voz grave—. No quise herirte así. Además, no deberías tomarlo tan a pecho. Por todo lo que sé, podrías ser cualquier cosa menos fae. Tal vez eres bruja. Son algo así como nuestros vecinos —André se rió torpemente, tratando de alivianar la atmósfera tensa.