El Único en Quien Confió

—Islinda lo dejó. No era la primera vez. Todos aquellos por quienes sentía el más mínimo afecto lo traicionaron o abandonaron.

—Aldric no debería haberse sentido de esa manera, pero una profunda vacuidad roía su pecho. Sabía que era el vínculo de compañero lo que causaba el dolor. Esto era lo que temía: el momento en que se entregaba completamente a una mujer. Sin embargo, el destino era cruel y lo había atado a una humana, cuya vida se extinguiría en un abrir y cerrar de ojos, dejándolo vagar solo por este reino. No es que esperara vivir mucho, de todos modos.

—Quizás, esta era la forma en la que la naturaleza restablecía el equilibrio. Era demasiado poderoso y tenían que limitarlo a través de su compañera. ¡Maldita sea! ¿A quién pretendían engañar? ¿Esta era la castigo de los dioses? Los dioses le habían concedido a Islinda como compañera, no por amor o destino, sino como medio de castigo.