Mascota de Aldric

Maxi irrumpió en la habitación de Isaac, su frustración palpable en la tensión de sus hombros y el brillo ardiente en sus ojos. Tan pronto como sus ojos se posaron en Isaac, no perdió el tiempo en ir directamente al grano, su voz cargada de urgencia y exasperación.

—Por favor dime que tienes buenas noticias —exigió Maxi, sus palabras impregnadas de una sensación de desesperación. Era evidente que había alcanzado su límite, su paciencia desgastada por la interminable corriente de desafíos y obstáculos que había enfrentado desde que encarceló a Aldric.

Los eventos del día anterior habían dejado a Maxi tambaleándose, sus esperanzas de una resolución rápida destrozadas por la continua oleada de disensión y desafío en el castillo. Uno pensaría que con Aldric sometido, las cosas estarían mejor. Pero no, era mucho peor.