—Estoy segura de que te preguntas por qué te he llamado —finalmente habló la reina, su voz cortando el tenso silencio que se había asentado entre ellas.
Al oír las palabras de la reina, la expresión de Elena permaneció compuesta, pero un sutil atisbo de diversión danzaba en sus ojos. Con un movimiento elegante, bajó la taza de porcelana sobre su plato, el delicado tintineo resonando en la habitación en silencio.
—De hecho, no, no me sorprende en absoluto —respondió Elena con calma, su tono impregnado de confianza y un toque de arrogancia.
—¿Qué? —exclamó la Reina Maeve, su sorpresa evidente en su tono y expresión.
Elena se inclinó ligeramente hacia adelante, su comportamiento compuesto pero asertivo mientras se dirigía a la reina.