Era Aldric. El único y oscuro Príncipe Fae. Su captor y amo. Y se cernía sobre ella.
El corazón de Islinda latía en su pecho mientras soltaba un gemido ahogado, su cuerpo se tensaba de miedo. ¿Qué estaba pasando en los Fae? Su mente estaba llena de preguntas, la confusión nublaba sus pensamientos. ¿Qué hacía Aldric aquí? ¿Cómo la había encontrado? ¿No le había asegurado Maxi que tenía tres días más de descanso? ¿Qué había ocurrido?
La mente de Islinda era un torbellino de preguntas, cada una intensificando el miedo que la envolvía como un maremoto. Mientras miraba a la cara diabólica de Aldric, su corazón parecía detenerse por un momento. Su sonrisa, mortal y depredadora, le enviaba escalofríos por la espina dorsal, dejándola atrapada y vulnerable. En ese momento, era como si ella fuera la presa, acorralada por un depredador implacable, y la percepción de su peligro enviaba un escalofrío por sus venas.