—Deberías volver a dormir, ya estoy bien —la voz de Islinda era suave pero firme mientras hablaba con Valerie, siguiendo con la mirada los contornos de su pecho desnudo. En su prisa por llegar a ella, debió haber olvidado vestirse adecuadamente. Aunque ya no sentía nada hacia él, su cuerpo tenía sus propios sentimientos, y gracias a Aldric, estaba palpitando de deseo. Consciente de lo precario de la situación, sabía que no podía permitirse vacilar.
La decepción de Valerie era evidente en sus ojos mientras asimilaba las palabras de Islinda. Debió haberse dado cuenta, una vez más, de que sus perspectivas románticas eran inútiles. Islinda ya lo había dejado claro antes, y ahora dependía de él aceptar la realidad y soltar sus esperanzas de algo más entre ellos.