Padre De Cuervos — 1

En los fríos confines de piedra de su celda de prisión, Aldric permanecía inmóvil, su figura serena como si estuviera dormido. Sin embargo, bajo sus párpados cerrados, un destello de anticipación centelleaba. De repente, sus ojos se abrieron de golpe, alerta y agudos—era la hora.

Mientras esperaba en el opresivo silencio, un repentino aleteo rompió la quietud, atrayendo su atención hacia la ventana enrejada. A través del metal, una conspiración de cuervos descendió, sus plumas brillantes resplandeciendo como obsidiana bajo el escaso sol que se filtraba por la estrecha apertura. Cada ave se movía con una gracia sobrenatural, sus movimientos sincronizados como si estuvieran guiados por una fuerza invisible.