—O—Oma... —la voz de Anya tembló mientras hablaba. Su corazón latía fuertemente en su pecho mientras rompía el silencio tenso, tratando desesperadamente de explicarle que no era lo que ella pensaba.
—¡Es la señora Whitlock! —siseó la voz de Oma, en una repentina erupción de ira, cortando la tensión como una navaja, con los ojos ardientes de furia, sus manos apretadas fuertemente a sus lados. En ese momento, vio a Anya no como la dulce Hada que una vez había apreciado como una hija, sino como una manipuladora, una traidora de la confianza. Le dolía darse cuenta de que alguien a quien había tratado como a su propia hija podría pagarle su bondad con tal engaño.