—Confío en que tuviste una noche agradable, Islinda —dijo Aldric, con su sonrisa torcida en su lugar como de costumbre.
—Islinda frunció el ceño hacia él, sintiéndose irritada por su alegría perpetua. Ciertamente, no estaba ayudando a su estado actual, y tenía ganas de borrarle la sonrisa de un golpe.
—Aldric debió haber sentido el cambio de humor de ella, ya que su sonrisa vaciló y levantó una ceja interrogativa. —¿Estás bien?
—Sí, estoy bien —respondió Islinda demasiado apresuradamente, esperando que él captara la indirecta y la dejara en paz. Pero debería haberlo sabido mejor.
—Aldric se acercó un poco demasiado, y su embriagador aroma envolvió los sentidos de Islinda.
—Oh, dioses.
—Islinda tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no acercarse más, anhelando más de su aroma que parecía calmar el deseo profundo dentro de ella.