—¡Esto es indignante! —gritó Islinda, sin poder contenerse más, sin hacer caso de la advertencia del Fae alto—. ¿Cómo pueden ser tan tontos? ¿Cómo sabe Elena tanto? ¿Cómo puede un simple humano como yo asesinar a su Fae alto? ¡Piénsenlo! ¡Ahora mismo están siendo engañados!
Un silencio cayó sobre la sala. La repentina explosión acalló los susurros y atrajo toda la atención hacia Islinda. Sus ojos estaban abiertos de desesperación, suplicando en silencio por su comprensión. Pero los Fae altos, con toda su arrogancia, la miraban con unos ojos fríos e inmóviles.
Y fue peor cuando se volvió hacia Aldric, rogándole en silencio que interviniera y resolviera esto. Incluso si estaba bajo la manipulación de Elena, ¿no había una parte de él que sentía que todo esto estaba mal y estaba luchando contra eso? Pero Aldric seguía mirando como un idiota, como si ya no fuera dueño de su mente.