—¡Muévete! —Islinda tropezó con sus pies cuando el guardia la empujó hacia adelante, haciéndola casi caer. Se volvió para fulminarlo con la mirada, sus ojos ardían con desafío.
—¿Qué miras hacia atrás, asesina? —el guardia gruñó, claramente enfurecido por su mirada desafiante. No había ni un ápice de remordimiento en sus ojos después de matar al Señor Karle, y eso solo alimentaba más su ira.
—Quizás debería enseñarte una lección —gruñó, levantando la mano para golpearla.
Justo cuando su mano comenzaba a descender, otro guardia agarró su muñeca, deteniendo el golpe. —¡Basta! —ordenó el segundo guardia, su voz firme.
Miró al otro guardia que acababa de detenerlo, su enojo aún hirviendo. —¿Quién te crees que eres? —exigió, su voz baja y peligrosa.
El segundo guardia ignoró la pregunta, respondiendo en su lugar —Nos han instruido llevarla al calabozo, no hacer justicia por nuestra propia mano.