Constanza miró horrorizada.
—Por favor, que ese pervertido no sea mi pareja —rogó a la diosa de la luna.
Se acercó al corpulento hombre, su loba se sentía repelida por él. Suspiró aliviada y luego se acercó al hombre desnudo.
Su loba prácticamente gritaba de alegría cuando se acercó a él.
—¡Pareja!
—¡Pareja!
—¡Pareja!
Su mente se hizo eco de la palabra una y otra vez.
Lo examinó, él era muy guapo, un poco delgado, pero nada que una buena dieta no pudiera solucionar. También se veía pálido, pero un poco de sol y bronceado lo arreglarían.
Pero, ¿por qué había parecido que su lobo estaba hecho de sombras antes? Constanza se preguntaba. Se encogió de hombros, probablemente era una alucinación.
Lo arrastró para levantarlo, joder, era pesado. Para alguien tan delgado, tenía bastante peso.