—¿Y tu brazo? —preguntó.
Esa no era la única cosa que estaba mal con su oferta, pero era una preocupación importante. Podría decir que ya está mejor, pero el hecho de que algo le haya ocurrido significaba que ya no era lo mismo.
Entrecerró los ojos. —Gracias por tu preocupación, pero ya te dije que ya no duele.
—¿Estás seguro? No quiero que te esfuerces por mí —susurró.
Ella podía decir que no le gustaba que ella pensara que él no era capaz de llevarla al castillo, pero preferiría sacar el tema y enfadarlo antes que ocurriera un accidente mientras volvían a casa.
—Te aseguro que esto es más para mi beneficio que para ti. No creo que aguante si tenemos que quedarnos en otra cueva.
Mauve miró a Jael mientras se daba cuenta de la situación. Probablemente no durmió nada esa noche porque, a diferencia de ella que lo había usado como cama, él había dormido en el duro suelo.