La boca de Mauve se abrió de par en par cuando se detuvieron frente a dos enormes torres de la puerta. Había estado fuera por menos de dos meses, lo cual definitivamente no era tiempo suficiente para erigir tal edificio.
Los vampiros eran increíblemente rápidos. Sabía que lo eran pero erigir esta estructura en tan poco tiempo era casi un milagro.
—Jael —dijo cuando las puertas frontales se abrieron—. Lo miró con ojos enormes. ¿Por qué dijiste que el castillo no era diferente de cuando me fui? Mira esto, es enorme.
—¿Lo es? —preguntó él con desinterés.
—¡Por supuesto que lo es! —dijo ella con terquedad—. ¿Cómo pudieron construir esto en tan poco tiempo?
Jael se encogió de hombros y no dijo nada más. Mauve volvió la cabeza hacia el edificio.
Las torres, los dos marcos que sostenían la puerta, medían al menos treinta pies de alto. Proporcionaban buena protección antes de llegar al castillo.