Estar asustada no ayudaría a nadie en estos momentos. Todo lo que tenía que hacer era disfrutar del viaje, lo mínimo que podía hacer era tener fe en Jael y así lo hacía. Confiaba en él con su vida.
Sus ojos brillaban bajo la luz nocturna, obligándola a mirarlo. —Sí —respondió él—. No te va a pasar nada más. No mientras yo esté de guardia.
Jael rompió el contacto visual y se dirigió a Luis —Gracias por tu preocupación, pero como has oído, ella está bien.
—Sí, Señor. Lo he oído. Lo que tú piensas y lo que es correcto son dos cosas diferentes —respondió Luis.
—Luis —Jael llamó, con la mirada oscureciéndose.
—Bien, ya que estás esperando, supongo que no hay problema en que regrese por unos minutos. Tendríamos más posibilidades de encontrarnos con ellos que simplemente esperando aquí donde un Paler fácilmente nos cortaría las cabezas.