Jael cerró la puerta suavemente y sus ojos se encontraron con los de Luis. —Todavía estás aquí —dijo sombríamente.
—No suenes tan frío —respondió Luis mientras se alejaba de la puerta—. Alguien tiene que vigilarla.
—No tienes que ser tú —replicó—. Tengo suficientes guardias para eso.
—Los que ella conoce están ocupados lidiando con los Paler. ¿Preferirías que un guardia al azar se hiciera cargo de este trabajo?
—¿Al azar? —preguntó Jael horrorizado—. Son mis guardias. Solo son al azar para ti porque no has estado aquí el tiempo suficiente.
Luis suspiró, —Está bien, lo que tú digas. Solo estoy diciendo que sabes que haré un buen trabajo. No tienes que sonar tan odioso solo porque tienes problemas conmigo.
—No tengo problemas contigo, Luis. Solo me parece realmente extraño que vayas tan lejos por ella, una humana.
—Podría decir lo mismo de ti —respondió Luis.
—No, no podrías. Mi relación con ella no tiene que ver con eso.