447. Antigua Lengua

Mauve se encontraba frente a las puertas abiertas de la biblioteca. No podía ver nada. Las velas estaban apagadas y las cortinas cerradas. Sabía que si daba un paso dentro había una gran posibilidad de que se golpeara la cabeza contra un estante.

—Un segundo —dijo Luis y ella sintió una ligera brisa cuando se alejó de ella.

Tomando la luz del camino la usó para prender las velas. Mauve solo podía observar asombrada lo rápido que se movía.

Ella sacudió su cabeza. Los humanos no tenían posibilidad, no había duda. Él era rápido y podía decir que no estaba a su máxima velocidad.

Lo que fue aún más impresionante fue el hecho de que las velas no se apagaran con todo el viento causado por los movimientos de Luis.

El enorme espacio estaba iluminado incluso antes de que ella pudiera decirle que no tenía que prender todo. Ya que ella solo iba a estar en una parte de la biblioteca.

—Entre —dijo él después de terminar.

—No tenías que encender todas las luces —comentó ella.