Mauve observó cómo la expresión de Jael se tornaba algo retorcida, pero no se perdió el destello de dolor. Su expresión volvió rápidamente a neutral.
—No —dijo él—. Solo una palabra.
—¿Por qué no? No paro de preguntar por qué, pero ninguno de ustedes quiere decirme...
—Mauve, cambia de tema. Incluso para ti, eso sería imposible.
Ella parpadeó, no le gustaban sus fríos ojos. Sabía que Luis había estado fuera mucho tiempo y de pedazos de conversaciones que había captado, habían sido bastante cercanos.
¿No debería ser esa razón suficiente para perdonar a Luis? Sin embargo, estaba tratando con Jael. Su orgullo era lo peor de él.
—No quiero...
—¿Por qué no? ¿Por qué te importa tanto alguien a quien ni siquiera conoces? Mis asuntos con Luis son míos y tú no tienes por qué preocuparte por ellos.
El rostro de Mauve cayó inmediatamente, pensó que ya habían superado eso, pero él todavía la mantenía a distancia cuando se trataba de ciertos asuntos, personales o de cualquier otro tipo.