—Mi amor —anunció Jael mientras atravesaba la puerta de conexión—. Veo que estás lista.
Mauve no sabía quién parecía más sorprendida, si ella o Mill. Mill, sin embargo, se recuperó rápidamente al inclinarse ante Jael.
—Señor —dijo y dio un paso atrás alejándose de Mauve, quien aún estaba sentada frente al tocador.
—Mill —dijo Jael—. Me alegra verte.
—Escuché que regresaste bastante tarde esta mañana, me alegro de que hayas llegado sano y salvo —dijo ella.
Mauve observó a Mill girar sus manos mientras hablaba con Jael. No pudo evitar pensar que Mill había hablado más con Jael de lo necesario.
—Gracias —él sonrió—. ¿Estás segura, amor? —Jael se volvió hacia Mauve.
—Supongo —susurró ella.
Él cerró la distancia entre ellos y estiró su mano hacia ella. —Vamos.
Ella asintió y aceptó su mano. Él la levantó sin esfuerzo, ella se tambaleó un poco y tuvo que aferrarse a él para estabilizarse.
—Gracias —dijo ella y él comenzó a guiarla hacia la salida.