—¿Dormiste bien, amor? —fue lo primero que Mauve escuchó al abrir los ojos y ver a Jael mirándola fijamente.
Sus ojos se agrandaron ligeramente y luchó por mantener su expresión neutral, pero era difícil cuando él la llamaba así.
No podía creer que él todavía le hablara de esta manera. En este punto, comenzaba a preocuparse de que él podría haberse golpeado la cabeza en el camino.
—Estuvo bien —susurró, apartando la mirada de su intensa mirada.
Aunque pensara eso, no pudo evitar la felicidad que se extendía en su pecho. Sabía que si continuaba mirándolo, él claramente vería esto.
—Me alegra —estaba apoyando su codo en la cama mientras su palma sostenía su cabeza.
—¿Y tú? —preguntó, apartando la vista—. ¿Dormiste bien?
Esperaba que él pudiera dormir un poco. Debía estar muy cansado pero ni siquiera se dio cuenta cuando se quedó dormida y había dormido sin despertarse en todo ese tiempo.