—No me mires así —se quejó Mauve mientras Jael se sentaba en la cama esperando a que Mill terminara con su cabello.
—¿Por qué no? —preguntó él con un brillo en los ojos.
—Sabes por qué —murmuró ella al captar su expresión de nuevo en el espejo.
—Me gusta que tengas la misma idea que yo, mi pequeña tentadora —dijo él con el rostro serio.
—Jael —ella se cubrió la cara con la palma pero no antes de escuchar la risita de Mill. No podía creer que él la hubiera llamado así delante de Mill.
—Todo listo —anunció Mill.
Mauve se levantó e hizo una pequeña vuelta frente al espejo antes de caminar hacia Jael.
—¿Qué opinas? —le sonrió a él.
—Sabes lo que pienso —mientras hablaba, sus ojos recorrieron su cuerpo.
Ella frunció el ceño y extendió su mano hacia él.
—Deberíamos irnos —dijo.
Él asintió y aceptó su mano pero en lugar de levantarse, la atrajo hacia su regazo y la besó sonoramente en los labios.
Se separó y la miró fijamente a los ojos.