Mauve se sentó sobre las piernas de Jael mientras observaba a Seraphino inclinarse ante Jael antes de alejarse. La sonrisa burlona en su rostro la hizo sentir un poco nauseabunda, o quizás fuera el vino, era difícil de discernir.
La fiesta no avanzaba tan rápido como ella pensaba y el tiempo se arrastraba como un niño pequeño aprendiendo a caminar.
—Pareces aburrida —dijo Jael.
—No, no es así. Además, ni siquiera puedes ver mi cara —respondió ella.
—Pero tus suspiros son fuertes.
—No, no lo son.
—Podemos irnos si quieres —susurró él.
—Qué tentadora oferta, pero no gracias —respondió ella.
—¿Por qué no? ¿Vas a seguir quedándote aquí aunque preferirías estar en otro lado?
—Eres el único que tiene la idea de que estoy aburrida.
—¿Qué te parece un baile? —preguntó él.
Mauve giró la cabeza hacia atrás tan rápido que se tronó el cuello. —¡Ay! —exclamó.
—¿Por qué hiciste eso? —Jael preguntó con una risita.