—¿Está seguro o avergonzado? —preguntó él con una sonrisa burlona.
—¿Está haciendo esto a propósito? —ella tuvo que recordarse a sí misma no alzar la voz. El oído de los vampiros ya era suficientemente bueno.
—Quizás —respondió él.
Mauve luchó contra el impulso de abofetearlo. Eso no haría nada.
Ella estaba sentada sobre una de sus piernas mientras él se recostaba contra su asiento con las piernas abiertas. Su vestido cubría la mayor parte de la parte inferior de ambos.
Mauve intentó levantarse pero él la sostuvo, sujetándola de la cintura en un punto muerto.
—No pretenderás realmente que me siente aquí, ¿verdad? —preguntó ella.
—¿Cuál es el problema?
—¡Esto! —exclamó ella, frustrada.
—¿Qué tenemos aquí? —preguntó una voz familiar.
Mauve se dio cuenta de que no lo notó hasta que habló. —¡Luis! —chilló, volteándose para mirarlo.