Mauve abrió los ojos y se dio cuenta de que Jael no estaba en la cama. Ella frunció el ceño, sentándose de inmediato mientras se frotaba los ojos.
Aunque ya era consciente de su entorno, le tomó un par de segundos para que su cerebro lo procesara.
Se preguntaba dónde podría haber ido y justo cuando estaba a punto de salir de la cama, la puerta de su habitación se abrió y él entró.
—Estás despierta —dijo él y ella asintió.
Mauve frunció el ceño mientras posaba sus ojos en él, parecía que se había apresurado en salir. Su cabello estaba alborotado y no estaba en su habitual cola de caballo. Mauve pensó que le daba un aspecto rudo pero atractivo.
—¿Qué? —preguntó él ante su intensa mirada.
—Solo estaba pensando que deberías llevar suelto el cabello más a menudo —susurró ella.
Él rió, el sonido familiar burlándose de sus oídos. —Esa es mi frase —respondió y se acercó, quedándose al lado de la cama mientras la miraba desde arriba.