La última comida terminó sin altercados y Mauve estaba contenta de estar de vuelta en los confines de su habitación, bueno, la habitación de Jael.
Se lanzó a la cama y soltó un profundo suspiro al sentir su espalda tocar la suave cama. Se rodó sobre su estómago, con las piernas colgando sobre el borde.
—¿Tan cansada? —preguntó Jael, de pie al pie de la cama y mirándola desde arriba.
—No tienes idea —susurró ella—. Solo quiero dormir.
Estaba llena, su cuerpo estaba en la medida justa de dolor. Sabía que todo lo que necesitaba era un baño caliente y que se desmayaría en cuanto subiera a la cama.
Él se quitó el abrigo y lo lanzó a un lado, luego se acercó a ella y se sentó en la cama, justo a su lado. —Lo hiciste muy bien —susurró él.
—Gracias, me divertí —Ella sonrió. Bueno, la mayor parte, excepto la parte en la que Jael bailó con Jevera.
—Bien —susurró él, sus dedos recorriendo su espalda—. Los sirvientes deberían estar aquí con el agua del baño pronto.