—¿Recibiría un beso por eso? —preguntó él con toda seriedad.
—¡Jael! —exclamó Mauve, sin perderse la risa de Mill, quien los observaba desde el rincón.
—No hay mal en preguntar —susurró él mientras la soltaba lentamente y ella volvía a su asiento junto al tocador.
Mill volvió al trabajo y pronto terminó con su cabello. Mauve se levantó y caminó de la mano con Jael mientras salían de su habitación hacia el comedor.
El comedor estaba bastante lleno, no parecía que ninguno de los señores se hubiera ido en absoluto. Al Señor Garth y su familia eran los únicos que no podía ver.
Se sentó frente a Luis y él le dio una mirada cómplice. Dama Marcelina parecía un poco aburrida y ni siquiera miraba en dirección a Mauve, más bien estaba observando a su compañero, quien parecía aferrarse a ella más fuerte de lo habitual.
Su mirada se desvió hacia el resto de vampiros en el comedor y Mauve se tensó cuando sus ojos se posaron en Seraphino.