—Me oíste —dijo Marcelina—. Además, no hay malicia en mi mirada, simplemente no te gusta el hecho de que te esté mirando, algo a lo que ya deberías estar acostumbrada, como he dicho.
—Entiendo —susurró Mauve.
—No digas eso. Realmente me sorprende que hayas durado tanto. Sin embargo, no parece que vayas a irte a ningún lado pronto.
Mauve intentó mirar la cara de Marcelina, era difícil saber si la vampira estaba decepcionada por su tono.
—Haces que eso suene como algo malo —murmuró Mauve.
La Dama Marcelina le dio una mirada de desaprobación. —¿Por qué debería preocuparte eso si eso es lo que pienso?
Mauve la miró confundida.
—Seguramente, no esperabas ser recibida con los brazos abiertos. Decir lo contrario solo probaría mi punto sobre cuán ingenua eres. No se supone que nos gustes, pero tú haces que sea más difícil tolerarte.
Mauve frunció el ceño. —¿Qué significa eso? —preguntó.