Mill empujó la puerta al grito de Mauve. Se apresuró hacia ella y la miró con una expresión aterrada antes de dejar lentamente la vela sobre la mesa.
—¿Qué pasó? —Mill miró a Mauve y a su alrededor mientras intentaba averiguar cuál era el problema.
Mauve negó con la cabeza. —Casi me prendo fuego —dijo con una mirada aturdida en su rostro.
—¿Cómo? —preguntó Mill.
—Estaba intentando comprobar si las manchas blancas se habían extendido un poco más y luego te escuché llamar y me sobresalté, pero logré salvarme a tiempo —explicó Mauve con un suspiro.
—Gracias a Dios. —Mill se inclinó para tocar su rostro. —Tus mejillas tienen más color esta mañana —dijo Mill con una sonrisa.
—¿Crees? —preguntó Mauve y se tocó la cara. —También noté que las manchas blancas no han aumentado. Al menos, las de mis brazos. Estaba por comprobar debajo de mi vestido cuando llamaste.
—Así que por eso te sobresaltaste —bromeó Mill.
—No esperaba ser interrumpida.