Mauve intentó no tiritar mientras Mill le frotaba el ungüento en el cuerpo. Se sentía frío pero lo preocupante era la sensación viscosa.
—No te muevas —regañó Mill.
—Lo siento, pero se siente como si me estuvieras pasando baba por todo el cuerpo —ella tiritó de nuevo al dar su explicación.
—¿Qué crees que siento yo? —dijo Mill mientras cogía más ungüento.
—Son solo tus dedos, tú has frotado esto por todo mi estómago —se quejó Mauve.
—Lo sé, pero con suerte te acostumbrarás.
Mauve no estaba segura de eso. Dudaba que esto fuera algo a lo que quisiera acostumbrarse.
—Listo —anunció Mill dando un paso atrás—. No ha sido tan difícil.
Mauve miró hacia abajo su cuerpo, más de la mitad brillaba. Vestía solo su ropa interior mientras estaba sentada al borde de la cama.
El ungüento era más como un aceite que cualquier otra cosa. Mauve aún no podía entender por qué se sentía tan raro.