—¿De verdad esperaste aquí todo el tiempo? —preguntó Mauve, con una voz que mezclaba incredulidad y curiosidad mientras descendía por la escalera.
—Por supuesto que lo hice. Quería asegurarme de que estuvieras segura —respondió él.
—¿Segura? —Ella se rió—. ¿Qué podría pasarme arriba en el tejado?
—No estoy dispuesto a correr riesgos —afirmó Jael.
—¿Riesgos? —Ella rió de nuevo—. Lo peor que podría pasar es que me caiga del tejado, y eso es imposible porque no me atrevería a acercarme al borde.
—Aun así, mejor estar preparados para cualquier cosa —aseguró él.
—No tienes que preocuparte por eso. Además, no queremos arriesgarnos a que te quemes por querer salvarme —comentó Mauve.
—¿Qué es un poco de quemaduras del sol? Cualquier cosa por ti —respondió él.
—¿Un poco? Sabes, no tienes que hacer eso. Puedo arreglármelas por mi cuenta —le dijo Mauve y sus mejillas se sonrojaron ligeramente.