Mauve miró a Jael con una expresión estupefacta en su rostro mientras giraba para mirarlo mientras estaba sentada junto a su tocador. Mill había dado unos pasos atrás, habiéndola terminado de arreglar.
—¿Qué dijiste? —preguntó. Su expresión mostraba que no sabía si debía estar impresionada u horrorizada.
—Me escuchaste —dijo él con un encogimiento de hombros indiferente.
—Ni siquiera usé hoy —respondió ella horrorizada.
—Bueno, entonces, Mil, si eres tan amable —solicitó Jael.
—No —dijo Mauve, mirando a Mill, que parecía contener la risa.
—Dijiste que te recordara la próxima vez —explicó él más.
—Solo estaba bromeando —replicó ella.
—Yo no.
—Jael —lo llamó—. Déjalo pasar.
—No, me diste tu palabra.
—Dije unas pocas palabras. No hice ninguna promesa.
—Vamos a llegar tarde para la primera comida, Mauve. —Se acercó a donde ella estaba sentada—. ¿Está seguro de que te gustará eso?