Jael se sentó en la roca, escuchando el arroyo mientras fluía por el camino. La última vez que estuvo allí, Luis le había roto el pómulo, y ahora, una situación similar había ocurrido, aunque esta vez él fue el que hizo el daño.
Él miraba al vacío, inmóvil. El pasado seguía acosándolo de una manera de la que no podía escapar. Sentía que no podía proteger las cosas que tenía, ni a sus padres ni a Mauve. Pero al menos uno de ellos había sobrevivido.
Él pasó sus manos por su cabello y respiró profundamente. Deshizo su coleta y la volvió a hacer. El cabello era completamente una molestia, pero sabía que pronto tendría que cortárselo. Era una lástima. Sabía que a ella le gustaba.
Jael estaba allí para alejarse de sus pensamientos, pero todavía se colaban en su mente. Gruñó y respiró profundamente. El aire tenía un ligero frío. No es que pudiera sentirlo, al menos no de una manera que le molestara.