632. Incubando

—¿Por qué no me dijiste que tenías más heridas? —exclamó ella mientras él se quitaba la camisa—. Esto es incluso peor que la de tu mejilla.

Estaban de vuelta en su dormitorio. Jael quería limpiarse después de la pelea antes de que fuera hora de la última comida. Parecía como si él quisiera que ella saliera de la habitación, y a ella le había parecido un poco extraño que se empeñara en quedarse. Gracias a Dios lo hizo.

—No me di cuenta —mintió él.

Mauve se levantó de la cama y corrió hacia él.

—¡Mentiroso! —lo acusó.

—Ya no está sangrando. Además, me preguntaste si estaba herido en algún otro lugar. Esto no cuenta porque no duele.

Mauve no lo pensó; golpeó su herida. No estaba sangrando, pero estaba segura de que dolía. Jael no se estremeció de dolor, sino de sorpresa.

—¿Eso no dolió? —preguntó con obstinación.

Jael parpadeó mientras la miraba de arriba abajo.

—No mucho.

—Pero no es un no —respondió ella.

—No lo es —admitió él.