La mirada de Jael se oscureció.
—¿Has terminado aquí? —preguntó.
Luis se pellizcó el puente de la nariz, ahora libre de vendajes.
—Supongo que sí, siempre y cuando entiendas la indirecta. Mauve. —Asintió en su dirección y se dio la vuelta.
—Gracias, Luis —ella lo llamó, saludándolo con la mano.
Jael se recostó, tirando de Mauve con él. Usó su brazo para apoyar la parte trasera de su cabeza mientras la sostenía contra su cuerpo. Mauve se inclinó hacia él y lentamente lo miró hacia arriba. No podía saber si estaba enojado o no.
Él la miró hacia abajo sin mover la cabeza.
—¿Tienes algo que quieras decir? —preguntó.
Mauve negó con la cabeza.
—Sólo me preguntaba si estabas bien —murmuró, mirando hacia abajo y cruzándose de brazos sobre el pecho.
—Estoy bien, no tienes que preocuparte por nada. Estaré recuperado en unos días —dijo, revolviéndole el cabello.
Mauve se agarró la parte superior de la cabeza, tratando de detenerlo de seguir revolviéndolo.