—De todos modos, basta de tus niñerías —dijo Lin Yu, mirando a Lin Chen con desdén—. ¿Qué tienes que decir sobre lo que acabas de escuchar?
—¿Qué quieres decir? —dijo Lin Chen deteniendo su contoneo mientras se ponía de pie—. ¿Quieres decir lo que siento ahora mismo? Si hubiera estado allí por ella, habría destrozado a ese bastardo antes de meterle su cosa destrozada dentro. Pero como no es posible, me conformaré con esa Luo Xin. He estado aguantando durante años para vengarme de esa mujer.
—¿Entonces lo sabías? —preguntó Lin Yu. ¿Por qué incluso su hermano idiota, que era más problemático que un simio, lo sabía pero él no? ¿Por qué nadie le había dicho?
Lin Chen se levantó y miró las cejas fruncidas de Lin Yu y sonrió con suficiencia.
—Es porque eras un bebé, siempre llorando. Por eso nadie te lo dijo.
Lin Yu apartó su mano cuando Lin Chen intentó tocarle la cabeza y entrecerró los ojos.
—Pa... parece que tú no eras nada inf... infantil, ¿es eso?