—¡¿Ícaro?!
Arabella no pudo evitar pronunciar su nombre con sorpresa. Su voz era apenas audible —pero lo suficientemente audible.
—¿Eh? ¿Dijo mi nombre también?
La manera en que los labios de Ícaro se movían parecía como si él dijera su nombre. Pero ella no pudo oírlo debido al sonido de los cascos de los caballos y las ruedas del carruaje.
El carruaje pasó lentamente por delante de Ícaro y su comitiva, y Arabella estaba segura de que sus miradas se cruzaron.
Por alguna razón, Ícaro parecía tan sorprendido de verla. ¿O estaba mirando algo más?
Arabella pensaba que Ícaro nunca más había asistido ni una sola Asamblea en Medeus desde que asistió con su padre cuando era joven.
En su vida pasada, Ícaro consideraba que asistir a la Asamblea era una enorme pérdida de tiempo ya que todos estaban llenos de pretensiones y mentiras.
Al igual que Fernando, a Ícaro no le gustaba asistir a eventos como estos. Preferiría hacer todo el trabajo que tenía en Reverio.