Además, Arabella escuchó de los pensamientos de Fernando que iba a preguntarle si podían hacer cosas traviesas por un rato. Ella pensó que se había olvidado de eso cuando hablaron de otras cosas. Pero parece que no lo hizo. Sus ojos estarían suplicándole, y ella no estaba segura de poder decirle que no.
Si ella se encontraba con su mirada ahora, podría simplemente decir, «Sí, por favor», en cambio. Por tanto, evitó mirarlo a los ojos.
—Arabella, puedo oler el aroma de tu excitación. Y acaba de hacerse más fuerte —Fernando susurró en su oído.
Su voz era sexy, ronca y caliente, y sus labios rozaron su lóbulo. Su cuerpo tembló involuntariamente. Y a su esposo le encantaba eso.
«Cierto. Por supuesto, él podría captar el aroma fácilmente también». No tenía sentido tratar de ocultarle algo como esto. Y él ya lo sabía al ver sus piernas fuertemente cerradas antes, de todos modos.