—Ya veo —suspiró aliviada Arabella.
—No tienes que preocuparte por esos asuntos. Eres mi esposa. Incluso si me pides que retrase mi partida, no me importaría. Así que puedes dormir todo lo que quieras. No me iré sin un beso tuyo —Fernando la abrazó y le dio más besos.
Arabella sonrió. Sabía exactamente qué decir para acelerar su corazón.
Se sentía tan bien despertar y recibir tanto amor de él. Deseaba poder despertar así todos los días.
Arabella abrazó a Fernando también y le dio un beso sonoro.
—No me tientes justo al despertar —se quejó Fernando aunque amaba su beso.
—¿De qué estás hablando? Solo te besé —refutó Arabella.
Fernando miró hacia abajo y ella siguió su mirada. Sus pechos estaban presionados contra él. Las sábanas estaban entre ellos, pero los sentidos agudizados de Fernando eran sensibles.
—Oh cielos —Arabella sonrió cuando dejó que su mirada fuera más abajo. Ya había un bulto en las sábanas donde estaba su entrepierna.