—Sí, los hábitos de crecimiento de los árboles de piel azul son como los de los animales de manada. Los más viejos probablemente están por dentro —dedujo rápidamente Amalia—, pero...
—¿Otra vez con el "pero"? —Kenny Lin puso cara de fastidio—. ¿Por qué siempre dices la mitad de lo que piensas, dejándonos en suspenso?
—Cualquiera entendería la situación con los árboles de piel azul sin que yo diga una palabra —replicó Amalia.
En otras palabras, si te sientes en suspenso, no es por sus palabras sino por tu ignorancia.
—Cariño, ¡eso es demasiado! —Kenny Lin lanzó una mirada fulminante.
—¿Lo es? —preguntó Amalia con calma.
—Por supuesto que lo es —asintió Kenny Lin con firmeza, como si probase su punto.
—Oh —respondió Amalia—, eso debe ser un malentendido tuyo. No dije nada, pero si tú lo crees así, no hay nada que pueda hacer.
—Lengua afilada. Ya no eres quien eras antes. Has cambiado —suspiró Kenny Lin.