Investigación (Parte 4)

—Podemos —acordó Amalia, llevándolo por los aires, sintiendo su inexplicable emoción por un vuelo corto.

—La residencia de la familia de Eduardo Noriega está justo al frente. Permítanme llevarlos allí —entusiasmado, Ernesto se adelantó.

Amalia observó los alrededores, notando que estaban en un pueblo de casas de ladrillos bastante atrasado.

Aunque se le llamaba pueblo, apenas podía compararse con una pequeña villa.

Amalia y Ernesto llegaron al lugar donde vivía la familia de Eduardo Noriega.

Las tejas en los techos estaban desgastadas, con muchas faltantes, y a los residentes no les importaba reemplazarlas.

Sus caras y labios estaban agrietados y secos por el viento frío, mostrando indiferencia al ver a desconocidos.

Solo unos pocos adultos, con la codicia visible en sus ojos, echaron un vistazo a la imponente presencia de Amalia, pero rápidamente descartaron cualquier pensamiento de robo.

Sabían que tenían que elegir cuidadosamente a sus objetivos.