Ella sonrió suavemente. —Señorita Vivian, le enviamos una invitación. Después de todo, en las familias Nelson y Anderson, asistir a un banquete de bodas requiere una invitación. Espero que puedas entenderlo.
—Vivian, deja de armar un escándalo y entra —dijo David impacientemente.
Carl, quien estaba profundamente enamorado de Vivian, resopló. —Las reglas las hacen las personas, ¿no es así?
—David, nuestro banquete de bodas es solo para amigos de verdad. Y esta persona es... —Eric dejó la frase en el aire, su penetrante mirada se posó en Carl.
Carl sintió el peso de la fría mirada de Eric, afilada como una espada lista para atravesar su pecho. Sobresaltado, entrecerró los ojos con el hombre que irradiaba una presencia glacial y autoritaria.
—Carl, si quieres asistir a este banquete de bodas, deja de decir tonterías —dijo David, frunciendo el ceño.
La cara de Carl se ensombreció, pero no se atrevió a decir otra palabra.