—El vestido de novia era sencillo pero elegante, sin adornos excesivos. El escote en V estaba adornado con ocho rosas blancas, cada una con un pequeño diamante incrustado en su centro, refractando un brillo fascinante y hipnotizador.
—Sus pasos eran graciosos, ligeros y serenos.
—Ella lucía impresionante, absolutamente deslumbrante.
—A su alrededor, la multitud murmuraba en admiración. Entre ellos, parado distante y fríamente, estaba Mason, no invitado pero presente de todos modos —observaba a Ella dar cada paso hacia la capilla con una expresión gélida.
—Esta mujer una vez había removido su corazón.
—Pero ahora, todo lo que quedaba era una indiferencia helada. Mason nunca se dejaría conmover por ella de nuevo, aunque en la tranquilidad de la noche, los recuerdos de ella aún traían un atisbo de arrepentimiento.
—Sin embargo, si su felicidad pudiera convertirse en dolor, él encontraría alegría en eso.