Mielle hizo lo posible por mantenerse en silencio y fundirse con los muebles como si fuera un objeto más de la habitación. El Duque podía notar que estaba inquieta y se preguntaba por qué seguía allí.
Le lanzó una mirada desde su plato de comida. —Ya sabes que tus tareas aquí han terminado. Puedes marcharte —dijo. Mielle jugueteaba inquieta con sus dedos y asintió una vez, con un gesto de complicidad. —Lo sé, pero... —dudó en terminar la frase.
—¿Lo sabes... qué? —Sterling preguntó con voz cortante, sus palabras salieron más fuertes de lo que había pretendido, haciendo que ella se encogiera.
—No es nada —dijo Mielle con un suspiro desanimado. Sus ojos esquivaron la mirada de él. Recogió la bandeja de servir vacía en su camino hacia la salida de la habitación.
Faye empujó a Sterling con su pie debajo de la mesa. Él se giró y reconoció la expresión preocupada que surcaba su frente.